Son muchos los directivos que atribuyen a la formación la adecuación de sus trabajadores a las nuevas necesidades empresariales. Esta teoría no siempre es realidad ya que muchos empleados creen cada vez menos en la utilidad de los nuevos conocimientos "saber más no va a suponer un mejor trabajo y tampoco mejores condiciones. ¿Para qué te vas a formar? ¿Para trabajar por el mismo dinero?". Es un sentimiento generalizado.
Por otra parte las empresas no siempre ven rentable el gasto que hacen en ese terreno, de forma que los resultados finales no suelen generar mas que frustración. Los empleados asisten a una formación que consideran que no necesitan y, como resultado, se marchan frustrados. Una de las causas estriba en que una cosa es formar ciudadanos y otra distinta trabajadores. Se trata de diferenciar entre formación y aprendizaje. La primera articula el proceso alrededor de una fuente exterior de comocimiento - un profesor o un libro - que conforma una relación escolarizada. Cuando hablamos de aprender, el elemento básico no reside en la fuente del conocimiento sino en la persona.
La metodología es tan importante como el contenido y debe ser tan evaluada como aquél. Máxime cuando los objetivos son cada vez más ambiciosos. En España tenemos actualmente tres millones de personas en formación y debemos pasar a 10/11 millones. Eso implica nuevos métodos para alcanzar esa cifra.
En segundo lugar el aprendizaje actual depende del alumno y no del profesor. Aprender implica esquemas mas eficientes que formar y exige esfuerzo. Sin embargo la única posibilidad de supervivencia para la empresa es ser mas competitiva ofreciendo mas calidad y mejores condiciones. Pero todo avance procede de la mejora de las competencias de las personas que trabajan en ella. Por ello es un error destinar la formación a sólo una parte de la organización. Lo que hace falta en las empresas es que la formación abarque toda su estructura.Y eso es crítico hoy cuando, con medios reducidos, deben optimizarse los resultados que se alcancen.
Para algunos, los objetivos de la formación no consisten en que el trabajador esté mejor preparado, sino que el negocio mejore. Una de las tareas más problemáticas es garantizar la transferencia de lo aprendido a la cuenta de resultados. Y la clave para atacar esta deficiencia es enganchar a los clientes de los mandos intermedios, para que sean colaboradores de los formadores. Ante este objetivo estratégico queda claro que la formación se basa en la dirección ejecutiva y especialmente los mandos intermedios: los jefes de los alumnos. Primero y antes que nada son sus necesidades las que se deberían atender. Generalmente no es así.
El profesor Manuel Salas Velasco, del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Granada, ha llevado a cabo un trabajo analítico de los niveles de educación y los salarios de los trabajadores en España. En el mismo se evidencia que:
1.- Los ingresos aumentan con la edad, alcanzan un máximo y entonces decrecen.
2.- El perfil de las remuneraciones es más elevado cuanto mayor es el nivel de educación adquirido.
3.- El nivel de ingresos, a cualquier edad, es mayor para las personas con superior educación inicial y posterior formación.
4.- El diferencial de ingresos, a cualquier edad, aumenta con el nivel de formación.
5.- Cuanto mayor es el nivel de formación, más rápido es el aumento de los ingresos
Los perfiles de los salarios de los trabajadores con su nivel de educación muestran una primacia de los niveles universitarios sobre la educación primaria y secundaria. Lo que confirma la bondad de la mayor educación de este nivel inicial, acompañada de la constante formación adaptada a la empresa en que se trabaja como instrumentos idóneos.