Mientras el huracán más fuerte de la historia azotaba México, los negociadores por fin lograron volver a poner en marcha el proyecto de acuerdo sobre el clima tras una semana de debate acalorado en la sesión de la CMNUCC en Bonn.
El proyecto de acuerdo publicado el viernes 26 de octubre muy entrada la noche será la base para la negociación en la COP21 en París. Lo complementa el documento relativo a la línea de trabajo sobre la acción a tomar antes de 2020.
Si se aprueba en París, el nuevo acuerdo sobre el clima se firmará en la sede de la ONU en Nueva York a principios de 2016 y luego estará abierto a ratificación hasta marzo de 2017, para entrar en vigor alrededor de 2020, una vez que se haya alcanzado un umbral mínimo de varios países y de emisiones. Esto sería un hito histórico tras el intento fallido de la cumbre de Copenhague en 2009.
Esta última semana de negociaciones reavivó las tensiones entre el Norte y el Sur, los países ricos y los países pobres, con el grupo G77 y el grupo de China acusando a la presidencia estadounidense de diluir el acuerdo que se había reducido a un conciso documento de 20 páginas. Como resultado, el nuevo proyecto tiene ahora más de 50 páginas con una gran cantidad de texto entre corchetes (lo que significa que todavía no cuenta con el acuerdo de todas las partes), pero con la ventaja de incluir opciones más ambiciosas.
La buena noticia para el movimiento sindical mundial es que el texto sobre "transición justa para los trabajadores y empleos decentes" está de nuevo en la parte operativa del proyecto de acuerdo, además del preámbulo del texto.
El acuerdo climático debe hacerse con los trabajadores, no sin ellos, ya jugarán un papel fundamental en el cambio de nuestras sociedades adictas a los combustibles fósiles para pasar a economías orientadas a servicios de bajo carbono.
En términos de reducción de emisiones, 95% de los países ya han presentado sus planes nacionales (o contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional de mitigación - INDC por sus siglas en inglés) con la notable excepción de los países productores de petróleo. Sin embargo, la suma de estas promesas nos llevaría a un aumento global de casi 3°C de temperatura, mientras que la mayoría de los científicos coinciden en que más de 2°C podría causar cambios y pérdidas irreversibles para el planeta y la humanidad.
Los 20 países más vulnerables, que ahora se llaman a sí mismos los "V20", entre ellos Filipinas, Bangladesh, Nepal y algunos de los Estados insulares que están siendo amenazados por el aumento del nivel del mar, en realidad están de acuerdo en decir que quedar por debajo de 1,5°C es una cuestión de supervivencia para sus habitantes.
Aunque la mayoría de los observadores predicen que habrá un acuerdo en París, la pregunta es si será lo suficientemente fuerte como para evitar un cambio catastrófico.
La propuesta que está ahora sobre la mesa también carece de un mecanismo de cumplimiento firme: aparte de una revisión periódica de las acciones nacionales, un "inventario mundial" cada cinco años, habría pocas sanciones para los países que no cumplen con sus compromisos.
Por último, pero no menos importante, la financiación concerniente al cambio climático sigue siendo un punto de conflicto: las naciones en desarrollo quieren más transparencia y precisión sobre los $100 mil millones prometidos anualmente por los países desarrollados y sobre su aumento después de 2020, de los que dan algunos de sus homólogos más ricos. Los países ricos están tentados de reciclar la ayuda al desarrollo existente bajo la etiqueta de "financiación climática", mientras que los países en desarrollo necesitan recursos adicionales y predecibles de financiación para hacer frente a los impactos ya devastadores del cambio climático. Como los líderes del G-20 se reunirán muy pronto en Turquía para examinar el estado de la economía mundial, podría estar de vuelta en el orden del día la cuestión de la movilización de fuentes innovadoras de financiación, tales como la tasa sobre las transacciones financieras, los subsidios para las reformas en materia de combustibles fósiles y los impuestos al carbono o regímenes de comercio de emisiones en los sectores de transportes marítimo y aéreo.
Abordar todas estas cuestiones nos volverá a encauzar hacia un acuerdo global significativo sobre el cambio climático, ahora más cercano que nunca, verdaderamente al alcance.